viernes, 11 de noviembre de 2016

LOS CABALLEROS TEMPLARIOS

Sello de los Caballeros Templarios

EL CISTER Y SAN BERNARDO DE CLARAVAL

Al contrario de lo que pudiera parecer, el Cister no es fundado por Bernardo de Claraval, sino que su existencia se debía a Roberto Molesmes, quien en el año de 1098 funda el cenobio de Citeaux (de ahí el nombre de Cister), una ciudad muy próxima a Lyon. Pero será Bernardo de Claraval (1090-1153), junto a Esteban Harding, el entonces tercer abad de la Orden quienes, en el año de 1120, proporcionarían al Cister su verdadera dimensión a nivel internacional, siendo por tanto Harding y Claraval los verdaderos artífices de la fundación de la orden.

La excesiva materialización y mundanicidad que presentaba la Orden de Cluny, había puesto en entredicho la original pureza del monacato, tal como se indicaba originariamente en la Regla de San Benito, motivo por el cual, tanto Esteban Harding, a través de su carta "caritatis", como el deseo de restablecer literalmente la Regla de San Benito, por parte de Bernardo de Claraval, iba a dar paso a una de las órdenes monacales más importantes y decisivas en toda Europa durante la Baja Edad Media.

Gracias a la implantación de un marcado rigorismo en la aplicación de la Regla del Cister, tomada de la de San Benito, Harding y Claraval, iban a devolver al monacato la pureza original que tanto se echaba en falta en Cluny. Así, se rechazaría cualquier elemento que no estuviese recogido explícitamente en la nueva regla, incidiendo sobre todo, en la necesidad de mantener una uniformidad general dentro de todos los servicios religiosos, los horarios, la disciplina a aplicar, los libros de lectura, el régimen de comidas y hasta el tipo del edificio, deberían mantenerse en todos los establecimientos de la orden, a fin de evitar posibles tentaciones al relajamiento.

Bernardo de Fontaine, como así se llamaba quien después sería San Bernardo de Claraval (en referencia a Clairvaux) nació en el año de 1090, en el seno de una familia acomodada en Borgoña, puesto que sus padres eran los señores del castillo Fontaines-les-Dijon. Fue educado junto a sus siete hermanos, tal como correspondía a la nobleza, seis de los cuales eran varones y una única hembra, recibiendo una exquisita formación en la lengua del latín, literatura y religión, lo que propició que la totalidad de los hermanos acabasen siendo todos religiosos.

En el año de 1112 ingresa en el Monasterio del Cister, haciéndose acompañar de un grupo de seguidores nobles que llegarían a alcanzar la treintena, además de sus cuatro hermanos mayores y su tío (tal como indicaría Guillermo de Saint-Thierry en su Vida de San Bernardo y Jacobo de la Vorágine en La Leyenda Dorada). No es de extrañar pues, que el abad de entonces, Esteban Harding, los acogiese a todos con gran alegría, intuyendo que se trataba de una adhesión en masa a su monasterio. Poco después, ingresaría en la orden su hermano menor Nirvardo y, al morir su madre, lo harían también su padre y su hermana Humbelina junto a su cuñado. Esto nos da una idea de la gran capacidad de influencia que ejercía Bernardo sobre sus más allegados, lo que se traducía en un elevado grado de adhesión a su persona, tal como dejó demostrado seis meses antes de entrar en la orden del Cister junto con sus seguidores, a los que mantuvo emplazados junto a él durante varias semanas, tiempo que invirtió en conseguir la fidelidad personal de todos sus acompañantes, llegando incluso a someterlos a todo tipo de pruebas que demostrasen su lealtad a su persona y no a la Orden a la que iban a pertenecer, puesto que todo esto fue llevado a cabo seis meses antes de ingresar en el convento del Cister.

Esta situación nos hace pensar que quizás Bernardo ya tenía un objetivo marcado antes de ingresar en la Orden, puesto que se hizo acompañar de las personas adecuadas para alcanzar su objetivo. Cuando repasamos la historia y vemos el comportamiento que tuvieron en los años siguientes al ingreso en el Cister, llevando a cabo diversas actividades secretas, tanto dentro, como fuera de la Orden, parece que la duda se disipa.

Tal como era previsible, la llegada masiva del clan de los Fontaine (la familia y amigos de Bernardo) iba a resultar conflictiva para el abad Esteban Harding, ya que la excesiva influencia de los Fontaine era de sobras conocida en la comunidad, lo que unido a que eran mayoría en el monasterio del Cister, ya que cuando ingresaron Bernardo y los suyos, apenas habían un puñado de monjes, iba provocar una situación que desataría lo inevitable. Pero la solución llegaría poco después, a través de la generosidad del conde Hugo I de Champaña, quien iba a jugar un papel muy importante en la fundación de la nueva Orden de los Caballeros del Temple. El conde Hugo I, donó los terrenos que poseía en Clairvaux, lugar cercano a Dijon, al norte de Lyon, para que Bernardo pudiera establecer allí su propio monasterio. Es así como a partir de entonces, Bernardo de Fontaine, pasará a conocerse como el célebre Bernardo de Claraval (de Clairvaux).

Tres años después del ingreso de Bernardo de Claraval en el Cister (1115), la Orden contaba tan sólo con cuatro abadías, en cambio, a la muerte de Bernardo de Claraval en el 1153, estas cuatro abadías pasaron a ser más de 350, de las que 69 era filiales directas de Claraval, fundadas directamente por Bernardo y levantadas con la ayuda de sus familiares y amigos de la nobleza.

La Orden del Cister se caracterizaría por la continua construcción de templos y monasterios dedicados a "Nuestra Señora" por casi toda Europa, así como entonar el "Salve Regina" al dar por finalizada la jornada, tal como era preceptivo en la Orden. Esta situación hizo que la Iglesia viera a Bernardo de Claraval como el iniciador y promotor oficial del culto a María, si bien, algunos autores vieron en este culto a María una advocación muy diferente a la aparente, ya que no se referiría a María la Virgen, sino a María Magdalena.

LA FUNDACIÓN DE LA ORDEN DEL TEMPLE
SAN BERNARDO DE CLARAVAL Y LA ORDEN DE LOS CABALLEROS TEMPLARIOS

San Bernardo de Claraval
Tras la primera cruzada, culminada con la conquista de Jerusalén en el año de 1099, pasarían a constituirse principados latinos por la zona, como fueron los Condados de Edesa y Tripoli, el Principado de Antioquía y el Reino de Jerusalén, donde Balduino iba a gobernar como rey.


Según cuentan las crónicas, en el año de 1118, el rey de Jerusalén, Balduino II, daría la bienvenida a un grupo de nueve caballeros franceses, comandados por el noble Hugo de Payens (Payns), quien se ofrecería al soberano para proteger a los peregrinos que acudiesen a Tierra Santa.

Entre los componentes del grupo, se encontraba el que fuese tan generoso con Bernardo de Claraval, al donarle las tierras de Clairvaux para levantar su propio monasterio; nos referimos, por supuesto, al conde Hugo I de Champaña. También le acompañaba el tío de Bernardo, André de Montbard, quien más adelante jugaría un importante papel en la Orden, llegando a ser Gran Maestre de la misma en el año 1153, coincidiendo con el año de la muerte de Bernardo de Claraval.

Fue en dicha fecha del 1118 cuando se produciría la fundación de la "Orden del Temple" y que, en un principio, fue conocida como la "Orden de los Pobres Caballeros de Cristo" (Pauperes Conmilitones Christi), aunque más tarde, pasarían a ser conocidos comúnmente como "Caballeros Templarios o Caballeros del Templo de Salomón" (Milites Templi Salomonis), una vez que fueron instalados en las dependencias del antiguo templo de Salomón en Jerusalén y cuyo lema sería: "Non nobis, Domine, Non Nobis, Sed Nomini Tuo Da Gloriam" (No para nosotros, Señor, no para nosotros, sino en tu nombre danos Gloria). La denominación más actual y extendida de "Orden del Temple" se produce a través de la traducción del latín al francés. La identidad de los nueve caballeros franceses fundadores de la orden del Temple era la siguiente:

Caballero Templario
 - Hugo de Payens

- Geoffroy de Saint-Omer
- André de Montbard
- Archambaut de Saint-Amand
- Payen de Montdidier
- Geoffroi Bisot
- Gondemar
- Hugo Rigaud
- Roland

No obstante, la identidad de los caballeros que componían la expedición, daría lugar a especular con otros motivos distintos a los manifestados por Hugo de Payens, ya que resultaba demasiado casual que, algunos de los componentes, fuesen familiares o íntimos amigos de Bernardo de Claraval, tal como se ha indicado anteriormente.

Para corroborar esta hipótesis, existen unos documentos muy interesantes, procedentes de unos archivos de la Orden del Temple, que fueron encontrados en el Principado de Seborga, un minúsculo país de unos 14 Kms. cuadrados, situado en el noroeste de Italia, en la región de Liguria, y en donde se relaciona directamente a Bernardo de Claraval con la fundación de la Orden del Temple.

De acuerdo a dichos documentos, Bernardo de Claraval, en el año 1113, habría fundado un monasterio en Seborga, con el propósito de preservar en su interior un "gran secreto", el cual no es especificado. Bernardo dejó como guardianes del secreto a los monjes Gondemar y Rossal, dos frailes que pertenecían al clan de los Fontaine, y que habían ingresado con él en el Cister.

Posteriormente, en el año 1117, Bernardo de Claraval, regresa al monasterio de Seborga y libera de sus votos a los dos frailes, a la vez que les encomienda un nuevo destino: viajarían a Tierra Santa, en compañía de siete caballeros más. Los nombres de dichos caballeros eran:

- André de Montbard (tío de Bernardo de Claraval).
- El conde Hugo I de Champaña (quien le donó las tierras de Clairvaux).
- Hugo de Payens (quien sería el primer Maestre de la orden).
- Payen de Montdidier.
- Geoffroi de Saint-Omer.
- Archambaud de Saint-Amand
- Geoffroi Bisot

Como puede comprobarse, la mayoría de los nombres que aparecen en dichos documentos, coinciden con los nombres citados en los documentos que hacen referencia al grupo que acudió a Jerusalén y fundó la Orden del Temple en 1118. ¿Casualidad?


Pero estas, no iban a ser las únicas y "extrañas casualidades" que mostrarían una implicación de Bernardo de Claraval con la Orden del Temple y sus secretos.

Puestos a buscar otras extrañas relaciones o implicaciones entre Bernardo y la Orden del Temple, no podíamos dejar pasar por alto la actitud del rey Balduino para con los nueve caballeros del Temple. Efectivamente, la donación realizada por el rey Balduino de Jerusalén, a la nueva Orden del Temple, en lo que sería la sede de la Orden, se correspondería con una zona excesivamente amplia para ser ocupada por tan sólo nueve caballeros, ya que en dicho lugar, donde anteriormente estuvo enclavado el Templo de Salomón (de ahí el nombre de la Orden), había espacio suficiente para acoger a varios miles de hombres, si bien ahora, ocuparían el edificio conocido como la mezquita blanca de Al-Aqsa, ubicada en el monte del Templo y que se correspondería tan sólo con lo que fuese el atrio del Templo. Pero el misterio iba a ir en aumento.

Así, lo que en un principio parecía que se trataba de una orden de caballería destinada a salvaguardar los caminos a Tierra Santa y a los peregrinos que allí acudían, según algunos autores han desarrollado, se adoptó una postura un tanto extraña, ya que lejos de aumentar el número de miembros en la orden, como sería lógico, debido al gran territorio a cubrir, los Caballeros Templarios, no admitieron a nadie más en la nueva Orden durante los primeros nueve años de existencia de la misma. De ser cierto, ¿qué oscuros motivos tuvieron los Templarios para actuar así?

Según algunas especulaciones, parece ser que durante dicho espacio de tiempo, los Caballeros Templarios estuvieron ocupados en llevar a cabo ciertas excavaciones secretas en las caballerizas del Templo donde, según estas mismas fuentes, habrían buscado el Arca de la Alianza.

A pesar de que la Orden del Temple estaba reconocida por el rey Balduino y asentada en Jerusalén desde hacía nueve años, en 1127, el Maestre Hugo de Payens, decide viajar hasta Roma, con el objetivo de que la Orden sea aprobada oficial y definitivamente por el Papa Honorio II, y a fin de que fuese contemplada también como orden militar de pleno derecho. Para ello, el rey Balduino de Jerusalén, envía una misiva a Bernardo el abad de Claraval, quien mantenía una buena relación con el Sumo Pontífice, solicitándole que favoreciera al primer Maestre de la Orden ante la Iglesia.

Cuando repasamos todo lo acontecido hasta ahora, con respecto a la relación o vinculación de Bernardo de Claraval con la Orden del Temple, no podemos por menos que intuir una relación muy directa, si bien resulta un tanto oculta, sobre todo, en los aspectos de índole esotéricos e iniciáticos. Un aspecto que se abordará más adelante, pero que, ahora, no puede pasar desapercibido, por cuanto, después de todas las maniobras que hemos visto que Bernardo llevó a cabo, para conseguir sus objetivos con respecto a la Orden del Temple, fuese necesaria una carta del rey Balduino de Jerusalén, solicitándole su apoyo ante la Iglesia. ¿Realmente era necesaria esa carta de petición de ayuda, o se trataba simplemente de la excusa que justificase la defensa de la Orden del Temple, por Bernardo de Claraval ante la Iglesia?

Sea como fuere, lo cierto es que Bernardo de Claraval, utilizó todos los medios a su alcance, hasta conseguir que se convocase el Concilio de Troyes, el cual tendría lugar el día de la fiesta de San Hilario del año 1128 (tal como indicaba literalmente, el prólogo de la Regla del Temple), en la ciudad francesa del mismo nombre, la cual demás era sede de la corte del condado de Champagne, con la finalidad de que en dicho concilio fuese aprobada definitivamente la Orden de los Caballeros Templarios.

Al Concilio de Troyes, el cual estaba presidido por el cardenal y legado papal, Mateo de Albano, acudieron gran cantidad de prelados franceses, asistiendo entre otros: dos arzobispos, diez obispos y siete abades (entre los que se encontraría el abad de la casa matriz del Cister: Esteban Harding), así como una variada representación de personajes eclesiásticos y miembros de la nobleza.

Gracias a las muchas influencias con que contaba Bernardo de Claraval (no olvidemos que se encontraba en los dominios del Conde Hugo de Champañe), y a pesar de que se entablaron diversas discusiones, el hecho de saber exponer con acierto los principios y primeros servicios de la Orden del Temple, respondiendo acertadamente a todas las preguntas que le dirigieron, hizo que al cabo de varias semanas de deliberaciones, la Orden del temple fuese aprobada oficialmente con gran entusiasmo por dicho Concilio de Troyes, a la vez que Hugo de Payens fuera nombrado Gran Maestre de la Orden. Se solicitó también, para la nueva Orden, la ayuda y colaboración de todos los nobles y príncipes que asistieron al Concilio, encargándosele a Bernardo de Claraval la tarea de redactar una regla original para la Orden de los Caballeros Templarios.

Bernardo de Claraval tenía muy claro cual iba a ser la regla que adaptaría a la Orden del Temple y así, utilizó la férrea Regla del Císter, la cual sería adaptada a la nueva Orden militar, con el fin de organizar su vida monacal. En este sentido, los Caballeros Templarios, como monjes de pleno derecho, deberían pronunciar los votos de pobreza, castidad y obediencia, añadiéndole además un cuarto voto, en el que se comprometían a contribuir en la conquista y la conservación de Tierra Santa, llegándose a dar la vida si fuera necesario.

Un hecho acontecido en dicho Concilio y que no puede pasar desapercibido, sería el que hacía referencia al "secreto" contado por el Caballero Hugo de Payens, el cual sólo sería conocido por el Papa Honorio II y el Patriarca de Jerusalén (además de Bernardo de Claraval, por supuesto), lo cual, nos da una idea de cuales debieron ser los verdaderos motivos que llevaron a aprobar la Orden militar por la Iglesia. En el apartado nº 4 del prólogo de la Regla del Temple, podemos leer:

"4. Y todo lo que aconteció en aquel Consejo no puede ser contado ni recontado; y para que no sea tomado a la ligera por nosotros, sino considerado con sabia prudencia, lo dejamos a discreción de ambos nuestro honorable padre el Señor Honorio y del noble Patriarca de Jerusalén, Esteban, quien conoce los problemas del Este y de los Pobres Caballeros de Cristo; por consejo del concilio común lo aprobamos unánimemente. Aunque un gran número de padres religiosos reunidos en capítulo aprobó la veracidad de nuestras palabras, sin embargo no debemos silenciar los verdaderos pronunciamientos y juicios que emitieron." (Tomado de La Regla Primitiva de los Templarios Trad. Montserrat Robrenyo, Barcelona, 2000).

Así pues, queda claro que, la necesidad de que la Orden del Temple fuese aprobada oficialmente por la Iglesia, obedecía más a otros intereses ocultos, que al de ser una orden militar creada para proteger a los peregrinos de Tierra Santa, máxime cuando, desde hacía varios años atrás, ya existían otras órdenes que se encargaban de ello, como la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, que más tarde pasó a llamarse de San Juan de Malta, debido a ser trasladada su sede a la isla de Malta por el rey Carlos I en el año de 1530.

LA ORDEN DEL TEMPLE Y EL CULTO A LAS VÍRGENES NEGRAS

San Bernardo y María Magdalena

Tras repasar los acontecimientos, existen fundadas evidencias para creer que Bernardo de Claraval compartiría los enigmáticos conocimientos de los Caballeros Templarios, ya que ha quedado claramente establecida su vinculación con la Orden del Temple, de la que no se habría limitado únicamente a ser su promotor.

Un punto en común entre la Orden del Temple y San Bernardo de Claraval, de gran importancia para comprender mejor el vínculo existente entre ambas partes, sería la construcción de infinidad templos, catedrales y abadías; todas ellas, dedicadas a "Nuestra Señora", una advocación un tanto ambigua que, según diversos autores, en realidad se estaría refiriendo a María Magdalena. Pero, ¿Qué evidencias podemos encontrar de todo esto?

A pesar de la aparente devoción a la Virgen María, que surgiese en las diferentes catedrales templarias, lo cierto es que en casi todas ellas, siempre aparecía la figura de María Magdalena en un lugar destacado, mostrándose en todo momento un empeño especial en resaltar la importancia de la casa de María Magdalena, tal como hiciera el propio Bernardo de Claraval en sus discursos a los monjes cistercienses, a los Caballeros Templarios o a los "Hijos de Salomón", una cofradía de canteros encargados de la construcción de las catedrales góticas, a los que exigía el mayor respeto para la casa de Betania, la casa de Marta y María.

Otro dato significativo, lo encontraríamos cuando Bernardo de Claraval hace el llamamiento a la segunda cruzada, desde la iglesia de Santa María Magdalena, en Vézelay, en unos términos que pudieran dar a entender que se estaba reclamando de forma simbólica las tierras que, en otro tiempo, habrían correspondido a la estirpe sagrada de María Magdalena; añadiendo a todo ello, la circunstancia de que los restos mortales de la santa, se encontraban supuestamente custodiados en dicho templo, ya que no sería hasta el año de 1279 en que, el príncipe de Salerno, Carlos II de Anjou, "descubriría" los restos de María Magdalena en la cripta de Saint Maximin.

Esta devoción manifiesta de Bernardo de Claraval por María Magdalena, estaría vinculada con el culto a las vírgenes negras, el cual procedía originariamente de las antiguas tradiciones gnósticas.

Pero para comprender mejor lo ocurrido, deberemos volver a recordar, tal como hemos visto anteriormente, como los Caballeros del Temple, al parecer, descubren algún tipo de secreto en los subterráneos excavados en las caballerizas del Templo de Salomón, del que solamente hacen participes al Papa Honorio II, al Patriarca de Jerusalén y al propio San Bernardo de Claraval, tal como se recogería en el prólogo de la Regla de la Orden y que hacía referencia a lo sucedido durante el Concilio de Troyes.

Lo hallado en dichas excavaciones, o quizás la información que ya conocía Bernardo de Claraval, lleva a los Caballeros Templarios a viajar hasta Egipto, en concreto y sobre todo, al templo de la diosa egipcia Isis - principio femenino de la fertilidad y del conocimiento - en la isla de Philae, de donde iban a obtener los conocimientos o información que estaban buscando. Es a partir de entonces que se produce un culto a la Virgen Negra, donde se representa la imagen de la diosa Isis amamantando a su hijo Horus, como símbolo de la transformación del conocimiento trascendental y esotérico, el cual es transmitido a través de la leche materna de la diosa, y que, en la doctrina católica, sería reconvertido en las diferentes imágenes de las vírgenes con niño.

Prueba de la advocación a las vírgenes negras por parte de los Caballeros Templarios, podemos hallarla en casi todos los templos y catedrales que fueron construidas por éstos, donde la referencia a "Nuestra Señora" o "Notre Dame" en realidad era realizada para referirse a María Magdalena, tal como han apuntado diversos autores e historiadores.

El esoterismo practicado por San Bernardo de Claraval, podemos encontrarlo en las continuas alusiones que Bernardo hacía al "Cantar de los Cantares", donde de una forma críptica y sutil, se refería a María Magdalena, aludiendo al amor entre los esposos, aún tratándose de un texto polémico y difícil de comentar para la Iglesia.

Los Caballeros Templarios conocían la importancia de los lugares que anteriormente ya habían sido utilizados por otras culturas primitivas, como centros de cultos paganos a la Gran Diosa Madre, tal como ocurriese con los celtas, por lo que, al aparecer en dichos lugares alguna imagen de una virgen negra, solían construir un templo de culto en el mismo lugar donde hubiese sido hallada la mencionada imagen.

La diosa Isis, simbolizaría a las tierras de Egipto, negras y fértiles, las cuales son bañadas por el Nilo, ya que, al desbordarse el mismo, tal como ocurría anualmente en las crecidas del río sagrado, y tras volver las aguas a su cauce, las tierras se ennegrecían gracias a los aportes de los limos (fangos y sedimentos) que las aguas habían dejado, fecundándola y haciéndola apta para la siembra.

Los Caballeros Templarios veían así a la Gran Diosa Isis como la semilla de vida, tal como desde siempre la habían venerado los egipcios. Pero la causa real de esta profunda creencia adoptada por el Temple, quizás subyace en otra realidad mucho más trascendente.

La estancia de los Caballeros Templarios en Tierra Santa, fue lo suficientemente larga como para que se produjera una cierta influencia recíproca entre éstos y la cultura islámica. Tal es así que, algunos musulmanes, llegaron a integrarse en la Orden del Temple, mientras que los propios templarios profundizaban en el conocimiento de la cultura Islámica. El Temple, también se fue interesando por otras culturas y sociedades herméticas, hebreas, gnósticas o sufistas, lo que les llevó a absorber e influenciarse de otras corrientes, que hicieron que la Orden del Temple tuviese la idea de retornar a un origen religioso único, donde fuera posible la armonización y sincretismo de otras culturas religiosas y esotéricas, lo que evidentemente, suponía un alejamiento de la Iglesia Católica.

Es por ello que, sabedores de que el retorno a los antiguos rituales hacia la Tierra, como Madre Creadora de Vida y la adoración a deidades paganas, podría suponer un grave conflicto y enfrentamiento con la Iglesia Católica, deciden utilizar la figura de "Nuestra Señora" para referirse a la Diosa Madre y camuflarla bajo la imagen de una virgen negra, a la vez que dicha imagen es asociada con María Magdalena, precisamente la misma María Magdalena que la leyenda había identificado como la madre de la descendencia de Jesús.

Otro hecho que nos muestra el simbolismo iniciático representado por San Bernardo de Claraval, lo podemos encontrar en los diferentes retablos existentes conocidos como "Lactación de San Bernardo" (la lactatio), donde se puede observar a un San Bernardo arrodillado, a los pies de una Madona que sostiene al niño en brazos, mientras que, desde el seno desnudo de la Virgen, surge un chorro de leche que va a parar directamente a la boca del Santo.

Como hemos podido comprobar, por la imagen anterior donde podemos observar a la diosa Isis amamantando a Horus, esta imagen de San Bernardo, viene a simbolizar la transmisión de conocimientos esotéricos, por lo que queda claro que esta imagen, que no en vano suelen encontrarse en capillas pertenecientes al Temple, viene a representar a San Bernardo como un iniciado en la sabiduría esotérica.

La Orden del Temple iba a transformar toda Europa, pasando de ser una pequeña organización religiosa, sin apenas recursos, a ser la Orden religiosa y de caballería más poderosa de toda Europa durante la Edad Media. Pero este, es otro tema que será abordado más adelante.



Templo de Isis. A ambos lados de la puerta de entrada, pueden observarse sendas cruces templarias, como otras muchas más que grabarían en diversos lugares del templo y que dejarían constancia de la estancia de los Caballeros Templarios en el mismo. Fotografía cedida por Manuel J. Delgado


La Diosa Isis, amamantando a su hijo Horus. (Fot. cedida por Manuel J. Delgado)


Lactancia de San Bernardo, de Alonso Cano (1556-60)


Más información en el libro:

"El Triunfo de María Magdalena - Jaque Mate a la Inquisición" de José Luis Giménez
© José Luis Giménez
www.jlgimenez.es

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