Sello de los Caballeros Templarios |
EL CISTER Y SAN BERNARDO
DE CLARAVAL
Al contrario de lo que
pudiera parecer, el Cister no es fundado por Bernardo de Claraval, sino que su
existencia se debía a Roberto Molesmes, quien en el año de 1098 funda el
cenobio de Citeaux (de ahí el nombre de Cister), una ciudad muy próxima a Lyon.
Pero será Bernardo de Claraval (1090-1153), junto a Esteban Harding, el
entonces tercer abad de la Orden quienes, en el año de 1120, proporcionarían al
Cister su verdadera dimensión a nivel internacional, siendo por tanto Harding y
Claraval los verdaderos artífices de la fundación de la orden.
La excesiva
materialización y mundanicidad que presentaba la Orden de Cluny, había puesto
en entredicho la original pureza del monacato, tal como se indicaba
originariamente en la Regla de San Benito, motivo por el cual, tanto Esteban
Harding, a través de su carta "caritatis", como el deseo de
restablecer literalmente la Regla de San Benito, por parte de Bernardo de
Claraval, iba a dar paso a una de las órdenes monacales más importantes y
decisivas en toda Europa durante la Baja Edad Media.
Gracias a la implantación
de un marcado rigorismo en la aplicación de la Regla del Cister, tomada de la
de San Benito, Harding y Claraval, iban a devolver al monacato la pureza
original que tanto se echaba en falta en Cluny. Así, se rechazaría cualquier elemento
que no estuviese recogido explícitamente en la nueva regla, incidiendo sobre
todo, en la necesidad de mantener una uniformidad general dentro de todos los
servicios religiosos, los horarios, la disciplina a aplicar, los libros de
lectura, el régimen de comidas y hasta el tipo del edificio, deberían
mantenerse en todos los establecimientos de la orden, a fin de evitar posibles
tentaciones al relajamiento.
Bernardo de Fontaine,
como así se llamaba quien después sería San Bernardo de Claraval (en referencia
a Clairvaux) nació en el año de 1090, en el seno de una familia acomodada en
Borgoña, puesto que sus padres eran los señores del castillo
Fontaines-les-Dijon. Fue educado junto a sus siete hermanos, tal como
correspondía a la nobleza, seis de los cuales eran varones y una única hembra,
recibiendo una exquisita formación en la lengua del latín, literatura y
religión, lo que propició que la totalidad de los hermanos acabasen siendo
todos religiosos.
En el año de 1112 ingresa
en el Monasterio del Cister, haciéndose acompañar de un grupo de seguidores
nobles que llegarían a alcanzar la treintena, además de sus cuatro hermanos
mayores y su tío (tal como indicaría Guillermo de Saint-Thierry en su Vida de
San Bernardo y Jacobo de la Vorágine en La Leyenda Dorada). No es de extrañar
pues, que el abad de entonces, Esteban Harding, los acogiese a todos con gran
alegría, intuyendo que se trataba de una adhesión en masa a su monasterio. Poco
después, ingresaría en la orden su hermano menor Nirvardo y, al morir su madre,
lo harían también su padre y su hermana Humbelina junto a su cuñado. Esto nos
da una idea de la gran capacidad de influencia que ejercía Bernardo sobre sus
más allegados, lo que se traducía en un elevado grado de adhesión a su persona,
tal como dejó demostrado seis meses antes de entrar en la orden del Cister
junto con sus seguidores, a los que mantuvo emplazados junto a él durante
varias semanas, tiempo que invirtió en conseguir la fidelidad personal de todos
sus acompañantes, llegando incluso a someterlos a todo tipo de pruebas que
demostrasen su lealtad a su persona y no a la Orden a la que iban a pertenecer,
puesto que todo esto fue llevado a cabo seis meses antes de ingresar en el
convento del Cister.
Esta situación nos hace
pensar que quizás Bernardo ya tenía un objetivo marcado antes de ingresar en la
Orden, puesto que se hizo acompañar de las personas adecuadas para alcanzar su
objetivo. Cuando repasamos la historia y vemos el comportamiento que tuvieron
en los años siguientes al ingreso en el Cister, llevando a cabo diversas
actividades secretas, tanto dentro, como fuera de la Orden, parece que la duda
se disipa.
Tal como era previsible,
la llegada masiva del clan de los Fontaine (la familia y amigos de Bernardo)
iba a resultar conflictiva para el abad Esteban Harding, ya que la excesiva
influencia de los Fontaine era de sobras conocida en la comunidad, lo que unido
a que eran mayoría en el monasterio del Cister, ya que cuando ingresaron
Bernardo y los suyos, apenas habían un puñado de monjes, iba provocar una
situación que desataría lo inevitable. Pero la solución llegaría poco después,
a través de la generosidad del conde Hugo I de Champaña, quien iba a jugar un
papel muy importante en la fundación de la nueva Orden de los Caballeros del Temple.
El conde Hugo I, donó los terrenos que poseía en Clairvaux, lugar cercano a
Dijon, al norte de Lyon, para que Bernardo pudiera establecer allí su propio
monasterio. Es así como a partir de entonces, Bernardo de Fontaine, pasará a
conocerse como el célebre Bernardo de Claraval (de Clairvaux).
Tres años después del
ingreso de Bernardo de Claraval en el Cister (1115), la Orden contaba tan sólo
con cuatro abadías, en cambio, a la muerte de Bernardo de Claraval en el 1153,
estas cuatro abadías pasaron a ser más de 350, de las que 69 era filiales
directas de Claraval, fundadas directamente por Bernardo y levantadas con la
ayuda de sus familiares y amigos de la nobleza.
La Orden del Cister se
caracterizaría por la continua construcción de templos y monasterios dedicados
a "Nuestra Señora" por casi toda Europa, así como entonar el
"Salve Regina" al dar por finalizada la jornada, tal como era
preceptivo en la Orden. Esta situación hizo que la Iglesia viera a Bernardo de
Claraval como el iniciador y promotor oficial del culto a María, si bien,
algunos autores vieron en este culto a María una advocación muy diferente a la
aparente, ya que no se referiría a María la Virgen, sino a María Magdalena.
LA FUNDACIÓN DE LA ORDEN
DEL TEMPLE
SAN BERNARDO DE CLARAVAL
Y LA ORDEN DE LOS CABALLEROS TEMPLARIOS
Tras la primera cruzada,
culminada con la conquista de Jerusalén en el año de 1099, pasarían a
constituirse principados latinos por la zona, como fueron los Condados de Edesa
y Tripoli, el Principado de Antioquía y el Reino de Jerusalén, donde Balduino
iba a gobernar como rey.
Según cuentan las
crónicas, en el año de 1118, el rey de Jerusalén, Balduino II, daría la
bienvenida a un grupo de nueve caballeros franceses, comandados por el noble
Hugo de Payens (Payns), quien se ofrecería al soberano para proteger a los
peregrinos que acudiesen a Tierra Santa.
Entre los componentes del
grupo, se encontraba el que fuese tan generoso con Bernardo de Claraval, al
donarle las tierras de Clairvaux para levantar su propio monasterio; nos
referimos, por supuesto, al conde Hugo I de Champaña. También le acompañaba el
tío de Bernardo, André de Montbard, quien más adelante jugaría un importante
papel en la Orden, llegando a ser Gran Maestre de la misma en el año 1153,
coincidiendo con el año de la muerte de Bernardo de Claraval.
Fue en dicha fecha del
1118 cuando se produciría la fundación de la "Orden del Temple" y
que, en un principio, fue conocida como la "Orden de los Pobres Caballeros
de Cristo" (Pauperes Conmilitones Christi), aunque más tarde, pasarían a
ser conocidos comúnmente como "Caballeros Templarios o Caballeros del
Templo de Salomón" (Milites Templi Salomonis), una vez que fueron
instalados en las dependencias del antiguo templo de Salomón en Jerusalén y
cuyo lema sería: "Non nobis, Domine, Non Nobis, Sed Nomini Tuo Da
Gloriam" (No para nosotros, Señor, no para nosotros, sino en tu nombre
danos Gloria). La denominación más actual y extendida de "Orden del Temple"
se produce a través de la traducción del latín al francés. La identidad de los
nueve caballeros franceses fundadores de la orden del Temple era la siguiente:
- Geoffroy de Saint-Omer
- André de
Montbard
-
Archambaut de Saint-Amand
- Payen de Montdidier
- Geoffroi Bisot
- Gondemar
- Hugo Rigaud
- Roland
No obstante, la identidad
de los caballeros que componían la expedición, daría lugar a especular con
otros motivos distintos a los manifestados por Hugo de Payens, ya que resultaba
demasiado casual que, algunos de los componentes, fuesen familiares o íntimos
amigos de Bernardo de Claraval, tal como se ha indicado anteriormente.
Para corroborar esta
hipótesis, existen unos documentos muy interesantes, procedentes de unos
archivos de la Orden del Temple, que fueron encontrados en el Principado de
Seborga, un minúsculo país de unos 14 Kms. cuadrados, situado en el noroeste de
Italia, en la región de Liguria, y en donde se relaciona directamente a
Bernardo de Claraval con la fundación de la Orden del Temple.
De acuerdo a dichos
documentos, Bernardo de Claraval, en el año 1113, habría fundado un monasterio
en Seborga, con el propósito de preservar en su interior un "gran
secreto", el cual no es especificado. Bernardo dejó como guardianes del
secreto a los monjes Gondemar y Rossal, dos frailes que pertenecían al clan de
los Fontaine, y que habían ingresado con él en el Cister.
Posteriormente, en el año
1117, Bernardo de Claraval, regresa al monasterio de Seborga y libera de sus
votos a los dos frailes, a la vez que les encomienda un nuevo destino:
viajarían a Tierra Santa, en compañía de siete caballeros más. Los nombres de
dichos caballeros eran:
- André de Montbard (tío
de Bernardo de Claraval).
- El conde Hugo I de
Champaña (quien le donó las tierras de Clairvaux).
- Hugo de Payens (quien
sería el primer Maestre de la orden).
- Payen de Montdidier.
- Geoffroi de Saint-Omer.
-
Archambaud de Saint-Amand
- Geoffroi
Bisot
Como puede comprobarse,
la mayoría de los nombres que aparecen en dichos documentos, coinciden con los
nombres citados en los documentos que hacen referencia al grupo que acudió a
Jerusalén y fundó la Orden del Temple en 1118. ¿Casualidad?
Pero estas, no iban a ser
las únicas y "extrañas casualidades" que mostrarían una implicación
de Bernardo de Claraval con la Orden del Temple y sus secretos.
Puestos a buscar otras
extrañas relaciones o implicaciones entre Bernardo y la Orden del Temple, no
podíamos dejar pasar por alto la actitud del rey Balduino para con los nueve
caballeros del Temple. Efectivamente, la donación realizada por el rey Balduino
de Jerusalén, a la nueva Orden del Temple, en lo que sería la sede de la Orden,
se correspondería con una zona excesivamente amplia para ser ocupada por tan
sólo nueve caballeros, ya que en dicho lugar, donde anteriormente estuvo
enclavado el Templo de Salomón (de ahí el nombre de la Orden), había espacio
suficiente para acoger a varios miles de hombres, si bien ahora, ocuparían el
edificio conocido como la mezquita blanca de Al-Aqsa, ubicada en el monte del
Templo y que se correspondería tan sólo con lo que fuese el atrio del Templo.
Pero el misterio iba a ir en aumento.
Así, lo que en un
principio parecía que se trataba de una orden de caballería destinada a
salvaguardar los caminos a Tierra Santa y a los peregrinos que allí acudían,
según algunos autores han desarrollado, se adoptó una postura un tanto extraña,
ya que lejos de aumentar el número de miembros en la orden, como sería lógico,
debido al gran territorio a cubrir, los Caballeros Templarios, no admitieron a
nadie más en la nueva Orden durante los primeros nueve años de existencia de la
misma. De ser cierto, ¿qué oscuros motivos tuvieron los Templarios para actuar
así?
Según algunas
especulaciones, parece ser que durante dicho espacio de tiempo, los Caballeros
Templarios estuvieron ocupados en llevar a cabo ciertas excavaciones secretas
en las caballerizas del Templo donde, según estas mismas fuentes, habrían
buscado el Arca de la Alianza.
A pesar de que la Orden
del Temple estaba reconocida por el rey Balduino y asentada en Jerusalén desde
hacía nueve años, en 1127, el Maestre Hugo de Payens, decide viajar hasta Roma,
con el objetivo de que la Orden sea aprobada oficial y definitivamente por el
Papa Honorio II, y a fin de que fuese contemplada también como orden militar de
pleno derecho. Para ello, el rey Balduino de Jerusalén, envía una misiva a
Bernardo el abad de Claraval, quien mantenía una buena relación con el Sumo
Pontífice, solicitándole que favoreciera al primer Maestre de la Orden ante la
Iglesia.
Cuando repasamos todo lo
acontecido hasta ahora, con respecto a la relación o vinculación de Bernardo de
Claraval con la Orden del Temple, no podemos por menos que intuir una relación
muy directa, si bien resulta un tanto oculta, sobre todo, en los aspectos de
índole esotéricos e iniciáticos. Un aspecto que se abordará más adelante, pero
que, ahora, no puede pasar desapercibido, por cuanto, después de todas las
maniobras que hemos visto que Bernardo llevó a cabo, para conseguir sus
objetivos con respecto a la Orden del Temple, fuese necesaria una carta del rey
Balduino de Jerusalén, solicitándole su apoyo ante la Iglesia. ¿Realmente era necesaria
esa carta de petición de ayuda, o se trataba simplemente de la excusa que
justificase la defensa de la Orden del Temple, por Bernardo de Claraval ante la
Iglesia?
Sea como fuere, lo cierto
es que Bernardo de Claraval, utilizó todos los medios a su alcance, hasta
conseguir que se convocase el Concilio de Troyes, el cual tendría lugar el día
de la fiesta de San Hilario del año 1128 (tal como indicaba literalmente, el
prólogo de la Regla del Temple), en la ciudad francesa del mismo nombre, la
cual demás era sede de la corte del condado de Champagne, con la finalidad de
que en dicho concilio fuese aprobada definitivamente la Orden de los Caballeros
Templarios.
Al Concilio de Troyes, el
cual estaba presidido por el cardenal y legado papal, Mateo de Albano,
acudieron gran cantidad de prelados franceses, asistiendo entre otros: dos
arzobispos, diez obispos y siete abades (entre los que se encontraría el abad
de la casa matriz del Cister: Esteban Harding), así como una variada
representación de personajes eclesiásticos y miembros de la nobleza.
Gracias a las muchas
influencias con que contaba Bernardo de Claraval (no olvidemos que se
encontraba en los dominios del Conde Hugo de Champañe), y a pesar de que se
entablaron diversas discusiones, el hecho de saber exponer con acierto los
principios y primeros servicios de la Orden del Temple, respondiendo
acertadamente a todas las preguntas que le dirigieron, hizo que al cabo de
varias semanas de deliberaciones, la Orden del temple fuese aprobada
oficialmente con gran entusiasmo por dicho Concilio de Troyes, a la vez que
Hugo de Payens fuera nombrado Gran Maestre de la Orden. Se solicitó también,
para la nueva Orden, la ayuda y colaboración de todos los nobles y príncipes
que asistieron al Concilio, encargándosele a Bernardo de Claraval la tarea de
redactar una regla original para la Orden de los Caballeros Templarios.
Bernardo de Claraval
tenía muy claro cual iba a ser la regla que adaptaría a la Orden del Temple y
así, utilizó la férrea Regla del Císter, la cual sería adaptada a la nueva
Orden militar, con el fin de organizar su vida monacal. En este sentido, los
Caballeros Templarios, como monjes de pleno derecho, deberían pronunciar los
votos de pobreza, castidad y obediencia, añadiéndole además un cuarto voto, en
el que se comprometían a contribuir en la conquista y la conservación de Tierra
Santa, llegándose a dar la vida si fuera necesario.
Un hecho acontecido en
dicho Concilio y que no puede pasar desapercibido, sería el que hacía
referencia al "secreto" contado por el Caballero Hugo de Payens, el
cual sólo sería conocido por el Papa Honorio II y el Patriarca de Jerusalén
(además de Bernardo de Claraval, por supuesto), lo cual, nos da una idea de
cuales debieron ser los verdaderos motivos que llevaron a aprobar la Orden
militar por la Iglesia. En el apartado nº 4 del prólogo de la Regla del Temple,
podemos leer:
"4. Y todo lo que
aconteció en aquel Consejo no puede ser contado ni recontado; y para que no sea
tomado a la ligera por nosotros, sino considerado con sabia prudencia, lo
dejamos a discreción de ambos nuestro honorable padre el Señor Honorio y del
noble Patriarca de Jerusalén, Esteban, quien conoce los problemas del Este y de
los Pobres Caballeros de Cristo; por consejo del concilio común lo aprobamos
unánimemente. Aunque un gran número de padres religiosos reunidos en capítulo
aprobó la veracidad de nuestras palabras, sin embargo no debemos silenciar los
verdaderos pronunciamientos y juicios que emitieron." (Tomado de La Regla
Primitiva de los Templarios Trad. Montserrat Robrenyo, Barcelona, 2000).
Así pues, queda claro
que, la necesidad de que la Orden del Temple fuese aprobada oficialmente por la
Iglesia, obedecía más a otros intereses ocultos, que al de ser una orden
militar creada para proteger a los peregrinos de Tierra Santa, máxime cuando,
desde hacía varios años atrás, ya existían otras órdenes que se encargaban de
ello, como la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, que más tarde pasó a
llamarse de San Juan de Malta, debido a ser trasladada su sede a la isla de
Malta por el rey Carlos I en el año de 1530.
LA ORDEN DEL TEMPLE Y EL
CULTO A LAS VÍRGENES NEGRAS
San Bernardo y María
Magdalena
Tras repasar los
acontecimientos, existen fundadas evidencias para creer que Bernardo de
Claraval compartiría los enigmáticos conocimientos de los Caballeros
Templarios, ya que ha quedado claramente establecida su vinculación con la
Orden del Temple, de la que no se habría limitado únicamente a ser su promotor.
Un punto en común entre
la Orden del Temple y San Bernardo de Claraval, de gran importancia para
comprender mejor el vínculo existente entre ambas partes, sería la construcción
de infinidad templos, catedrales y abadías; todas ellas, dedicadas a
"Nuestra Señora", una advocación un tanto ambigua que, según diversos
autores, en realidad se estaría refiriendo a María Magdalena. Pero, ¿Qué
evidencias podemos encontrar de todo esto?
A pesar de la aparente
devoción a la Virgen María, que surgiese en las diferentes catedrales
templarias, lo cierto es que en casi todas ellas, siempre aparecía la figura de
María Magdalena en un lugar destacado, mostrándose en todo momento un empeño
especial en resaltar la importancia de la casa de María Magdalena, tal como
hiciera el propio Bernardo de Claraval en sus discursos a los monjes
cistercienses, a los Caballeros Templarios o a los "Hijos de
Salomón", una cofradía de canteros encargados de la construcción de las
catedrales góticas, a los que exigía el mayor respeto para la casa de Betania,
la casa de Marta y María.
Otro dato significativo,
lo encontraríamos cuando Bernardo de Claraval hace el llamamiento a la segunda
cruzada, desde la iglesia de Santa María Magdalena, en Vézelay, en unos
términos que pudieran dar a entender que se estaba reclamando de forma
simbólica las tierras que, en otro tiempo, habrían correspondido a la estirpe
sagrada de María Magdalena; añadiendo a todo ello, la circunstancia de que los
restos mortales de la santa, se encontraban supuestamente custodiados en dicho
templo, ya que no sería hasta el año de 1279 en que, el príncipe de Salerno,
Carlos II de Anjou, "descubriría" los restos de María Magdalena en la
cripta de Saint Maximin.
Esta devoción manifiesta
de Bernardo de Claraval por María Magdalena, estaría vinculada con el culto a
las vírgenes negras, el cual procedía originariamente de las antiguas
tradiciones gnósticas.
Pero para comprender
mejor lo ocurrido, deberemos volver a recordar, tal como hemos visto
anteriormente, como los Caballeros del Temple, al parecer, descubren algún tipo
de secreto en los subterráneos excavados en las caballerizas del Templo de
Salomón, del que solamente hacen participes al Papa Honorio II, al Patriarca de
Jerusalén y al propio San Bernardo de Claraval, tal como se recogería en el
prólogo de la Regla de la Orden y que hacía referencia a lo sucedido durante el
Concilio de Troyes.
Lo hallado en dichas
excavaciones, o quizás la información que ya conocía Bernardo de Claraval,
lleva a los Caballeros Templarios a viajar hasta Egipto, en concreto y sobre
todo, al templo de la diosa egipcia Isis - principio femenino de la fertilidad
y del conocimiento - en la isla de Philae, de donde iban a obtener los
conocimientos o información que estaban buscando. Es a partir de entonces que
se produce un culto a la Virgen Negra, donde se representa la imagen de la
diosa Isis amamantando a su hijo Horus, como símbolo de la transformación del
conocimiento trascendental y esotérico, el cual es transmitido a través de la
leche materna de la diosa, y que, en la doctrina católica, sería reconvertido
en las diferentes imágenes de las vírgenes con niño.
Prueba de la advocación a
las vírgenes negras por parte de los Caballeros Templarios, podemos hallarla en
casi todos los templos y catedrales que fueron construidas por éstos, donde la
referencia a "Nuestra Señora" o "Notre Dame" en realidad
era realizada para referirse a María Magdalena, tal como han apuntado diversos
autores e historiadores.
El esoterismo practicado
por San Bernardo de Claraval, podemos encontrarlo en las continuas alusiones
que Bernardo hacía al "Cantar de los Cantares", donde de una forma
críptica y sutil, se refería a María Magdalena, aludiendo al amor entre los
esposos, aún tratándose de un texto polémico y difícil de comentar para la
Iglesia.
Los Caballeros Templarios
conocían la importancia de los lugares que anteriormente ya habían sido
utilizados por otras culturas primitivas, como centros de cultos paganos a la
Gran Diosa Madre, tal como ocurriese con los celtas, por lo que, al aparecer en
dichos lugares alguna imagen de una virgen negra, solían construir un templo de
culto en el mismo lugar donde hubiese sido hallada la mencionada imagen.
La diosa Isis,
simbolizaría a las tierras de Egipto, negras y fértiles, las cuales son bañadas
por el Nilo, ya que, al desbordarse el mismo, tal como ocurría anualmente en
las crecidas del río sagrado, y tras volver las aguas a su cauce, las tierras
se ennegrecían gracias a los aportes de los limos (fangos y sedimentos) que las
aguas habían dejado, fecundándola y haciéndola apta para la siembra.
Los Caballeros Templarios
veían así a la Gran Diosa Isis como la semilla de vida, tal como desde siempre
la habían venerado los egipcios. Pero la causa real de esta profunda creencia
adoptada por el Temple, quizás subyace en otra realidad mucho más trascendente.
La estancia de los
Caballeros Templarios en Tierra Santa, fue lo suficientemente larga como para
que se produjera una cierta influencia recíproca entre éstos y la cultura
islámica. Tal es así que, algunos musulmanes, llegaron a integrarse en la Orden
del Temple, mientras que los propios templarios profundizaban en el
conocimiento de la cultura Islámica. El Temple, también se fue interesando por
otras culturas y sociedades herméticas, hebreas, gnósticas o sufistas, lo que
les llevó a absorber e influenciarse de otras corrientes, que hicieron que la
Orden del Temple tuviese la idea de retornar a un origen religioso único, donde
fuera posible la armonización y sincretismo de otras culturas religiosas y
esotéricas, lo que evidentemente, suponía un alejamiento de la Iglesia
Católica.
Es por ello que,
sabedores de que el retorno a los antiguos rituales hacia la Tierra, como Madre
Creadora de Vida y la adoración a deidades paganas, podría suponer un grave
conflicto y enfrentamiento con la Iglesia Católica, deciden utilizar la figura
de "Nuestra Señora" para referirse a la Diosa Madre y camuflarla bajo
la imagen de una virgen negra, a la vez que dicha imagen es asociada con María
Magdalena, precisamente la misma María Magdalena que la leyenda había
identificado como la madre de la descendencia de Jesús.
Otro hecho que nos
muestra el simbolismo iniciático representado por San Bernardo de Claraval, lo
podemos encontrar en los diferentes retablos existentes conocidos como
"Lactación de San Bernardo" (la
lactatio), donde se puede observar a un San Bernardo arrodillado, a los
pies de una Madona que sostiene al niño en brazos, mientras que, desde el seno
desnudo de la Virgen, surge un chorro de leche que va a parar directamente a la
boca del Santo.
Como hemos podido
comprobar, por la imagen anterior donde podemos observar a la diosa Isis
amamantando a Horus, esta imagen de San Bernardo, viene a simbolizar la
transmisión de conocimientos esotéricos, por lo que queda claro que esta
imagen, que no en vano suelen encontrarse en capillas pertenecientes al Temple,
viene a representar a San Bernardo como un iniciado en la sabiduría esotérica.
La Orden del Temple iba a
transformar toda Europa, pasando de ser una pequeña organización religiosa, sin
apenas recursos, a ser la Orden religiosa y de caballería más poderosa de toda
Europa durante la Edad Media. Pero este, es otro tema que será abordado más
adelante.
Templo de Isis. A ambos
lados de la puerta de entrada, pueden observarse sendas cruces templarias, como
otras muchas más que grabarían en diversos lugares del templo y que dejarían
constancia de la estancia de los Caballeros Templarios en el mismo. Fotografía
cedida por Manuel J. Delgado
La Diosa Isis,
amamantando a su hijo Horus. (Fot. cedida por Manuel J. Delgado)
Lactancia de San
Bernardo, de Alonso Cano (1556-60)
Más información en el
libro:
"El Triunfo de María
Magdalena - Jaque Mate a la Inquisición" de José Luis Giménez
© José Luis Giménez
www.jlgimenez.es
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